Ser
monaguillo es hacer un servicio importante a la comunidad cristiana.
Ser
monaguillo nos acerca más a Jesús y nos hace vivir más su amistad.
Ser
monaguillo nos enseña a vivir como cristianos.
Ser
monaguillo, desde luego, vale la pena.
No es cualquier cosa
Ser
monaguillo no es una cosa cualquiera.
Nosotros,
los cristianos, nos reunimos todos los domingos para celebrar la eucaristía, la
misa, que es el momento principal de nuestra fe. Y el monaguillo es aquel que
ayuda a que la misa del domingo se celebre mejor, que todo esté a punto, que
todos los asistentes puedan rezar y celebrar como es debido.
Además
de la misa del domingo, hay también otras celebraciones cristianas, como la
misa diaria o los demás sacramentos u otros momentos de reunión de la
comunidad. El monaguillo, si se lo piden ayuda también a estas celebraciones,
para un mejor servicio a los que participan en ellas.
Y
están también de un modo especial, los grandes días de fiesta: La Semana Santa
y la Pascua, la Navidad… En esos días, más que nunca, el monaguillo debe
procurar con todo su esfuerzo y sus capacidades que las celebraciones tengan la
solemnidad que les corresponde, y todo este mejor preparado que nunca.
Ser
monaguillo no es una cosa cualquiera.
Porque
con nuestra actuación, servimos y ayudamos a toda la comunidad de los
cristianos. Como también la ayudan los que realizan otras tareas o ministerios:
los lectores, los responsables de los cantos, etc. Y lo hacemos muy cerca de
Jesús, muy cerca de la Palabra y de la Eucaristía que él nos dejó. Y así
aprendemos, día tras día, a ser más amigos de él, más cristianos.
Ser
monaguillo no es una cosa cualquiera. ¿Ser monaguillo es algo muy importante!
Por
ello, vale la pena que te prepares bien, que lo hagas lo mejor de que seas
capaz, que quieras ser un buen modelo para todos los que te vean, que ames cada
día más a Jesús y cada día más a toda la gente que tienes a tu alrededor.
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